Cine como realidad virtual


Cine y vida, cine y política, cine y filosofía, cine en la realidad y cine en la ficción.

domingo, 20 de julio de 2008

Un montaje magistral.


Me dio por recordar a Danzig y encontré un video en Internet de él con Shakira.
No me constaba tan bizarra "comunión", así que buceé por la red y, por lo visto, se trata de un magnífico fake, un montaje que mola que te cagas:


http://es.youtube.com/watch?v=ZHv3qO_Y8kk

¡A disfrutar, bribones!

miércoles, 16 de julio de 2008

El árbol del ahorcado


He conseguido encontrar esta joya de video y no he podido evitar compartirlo con todos los españoles de bien.
"El árbol del ahorcado" es un western clásico dirigido por Delmer Daves, director de este género poco conocido por el gran público, pero que tiene otras joyas como "Cowboy", un western también muy psicológico interpretado por Jack Lemmon - sí, sí, el de "Con faldas y a lo loco"- junto al siempre solvente Glenn Ford.
Clásicos son también "La ley del Talión", con Richard Widmark, y las míticas "Jubal" y "El tren de las 3:10", estas últimas también protagonizadas por Glenn Ford.

La banda sonora de "el árbol del ahorcado" es sencillamente exquisita:

http://es.youtube.com/watch?v=f1PhxLepFvI

Saludos.

jueves, 26 de junio de 2008

El virtuosismo de la veteranía.


Michael Schenker. No hay nada más que decir y nada más que se le pueda exigir a un paladar exquisisto que sepa cómo degustar el buen metal:

http://es.youtube.com/watch?v=OLSmwiT1jtU

Es uno de mis cortes metálicos preferidos, y tiene la peculiaridad de guardar para el final el apoteósico solo de guitarra con el que Schenker deleita a sus fans.
He leído a algún necio -pues otro nombre no tiene- ironizar sobre el hecho de que un "facha" (intencionadamente entrecomillado) pueda admirar a un patriota como Unamuno, a alguien que reivindicaba el irracional vitalismo como realidad inherente a la esencia espiritual del ser humano, que gritara a los cuatro vientos que era necesario salvar a la juventud española y que no ocultaba su dolor por España.
He leído muchas sinsorgadas de "progretas" de postín que ignoran que Unamuno hoy, seguramente, luciría luengas greñas que zarandearía a ritmo de buen metal.

Desde luego, Unamuno no fue un inconsciente marxista, ni un cobarde apátrida, ni un orgulloso positivista con fe ciega en el cientifismo más materialista y negador del espíritu.

Saludos.

domingo, 8 de junio de 2008

Los crímenes de Oxford.


Buena película la dirigida por Alex de la Iglesia, entretenida y estimulante, inteligente para variar.
El tema de fondo no podía ser más atractivo y bien traído en los tiempos que corren: "verdades absolutas vs verdades relativas"La película comienza con una referencia a Wittgenstein y a su célebre "tratado de lógica y filosofía", y con un prepotente y soberbio John Hurt, ejerciendo de profesor universitario, aseverando que no existe la verdad absoluta.
A partir de ese momento comenzará el magnífico duelo dialéctico entre el joven Elijah Wood y John Hurt, al tiempo que se irá desarrollando una trama de hechos criminales que serán susceptibles de ser abordados mediante las reglas de la lógica, racional y matemáticamente, o mediante el análisis de la realidad tal cual, considerando las pruebas evidentes y demostrables.
No me cuadró, sin embargo, el poder seductor de Wood, enamorando de forma fulminate y "a primera vista" a las dos chicas protagonistas del film.
¿Os podéis imaginar a un "tirillas" como Wood atrayendo a las féminas como la miel a las moscas? ¿Os imagináis a un profesor con carita de Frodo, por inteligente que sea, retozando con la exhuberante Leonor Watling?

Mi mujer me llamó "picajoso" por señalar tal inconguencia, pero es que vale que se pudiese admitir que enamorara a una de las protas, que el amor dicen que es ciego, pero a ¡¡DOS!!...

Ahí tenéis en la cabecera a Watling, bellezón digno de compararse con mi admirada Catherine Z. Jones, y podéis imagirnarla, si podéis, con Frodo, su carita de hobbit alelao y su pequeña espadita. O no tan pequeña, ¡quién sabe!

No me cabe duda de que el presupuesto no le llegó a Alex para fichar a un Jhonny Deep o un Brad Pitt, ni de que Wood se relamió con el apetitoso papel que le tocó interpretar.

Saludos.

martes, 20 de mayo de 2008

Yo soy leyenda


He visto hace poco un remake del clásico "El último hombre vivo", y la decepción ha sido tan grande que he decidido dejar constancia de ello por escrito.
La nueva versión del libro de Richard Matheson, protagonizada por Will Smith, parece que está gustando más a la crítica y al público en general que la que protagonizó Charlton Heston en los setenta, algo después, creo, de aparecer éste en "El planeta de los simios".

"Yo soy leyenda" cuenta, como era de esperar, con buenos efectos especiales, pero el aspecto humano, la reflexión metafísica referente a la "culpa" y sobre "el bien y el mal", que tan bien se desarrollaron en "El último hombre vivo" entre el científico Neville (Heston) y el líder de los mutantes, se obvía en esta ocasión.
Por lo visto, el enfrentamiento dialéctico y físico entre el científico Neville (símbolo del positivismo racional) vs el líder de la secta pseudoreligiosa, en torno a la cual se "organizaron" los mutantes, fue una "licencia" de la versión antigua que no aparece en el libro.

Sin embargo, ese enfrentamiento a muerte entre Neville, último descendiente de una humanidad decadente y materialista, ante la nueva raza de hombres mutantes que se reivindican herederos del nuevo mundo, fue lo mejor del viejo film.

"El último hombre vivo" desarrollaba un inteligente intercambio dialéctico entre dos razones de ser: la que se resistía a extinguirse (Neville) frente a la que asumía la creación de una nueva sociedad totalmente antagónica y enemiga de la que condujo a una mortal y aniquiladora epidemia.

No es de extrañar que el público de ahora prefiera la actual versión "efectista" de Yo soy leyenda, con mucha acción y con un evidente maniqueísmo que no da lugar a dudas sobre quién es el bueno, buenísimo, y quienes son los monstruos sanguinarios, que ni siquiera hablan en esta versión sino que se dedican a depredar instintivamente.

Se observa el mismo pecado que cometiera Tim Burton en su versión de "El planeta de los simios", donde también se obviaron los intercambios dialécticos referentes al origen y supremacía de las difentes especies, entre Taylor y sus captores, para aderezarlo todo con mucha violencia, brillantes efectos especiales y, de nuevo, marcando clara y nítidamente los roles de buenos y malos.

Gustará al público-masa, sin duda, y yo mismo no puedo negar que es una película entretenida ¿pero tanto cuesta hacer una película entretenida a la par que con algo de "chicha", como las de antes?

Saludos.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Leones por corderos.


¿Por quién lucharías?, ¿por quién morirías?
Ayer estuve viendo "Leones por corderos", reconozco que con importantes prejuicios debido a la omnipresencia del "progreta" Robert Redford, tanto en la dirección como en la interpretación.
Al principio la película me resultó algo "soporífera", y no me pareció demasiado atractiva la idea de ir desarrollando el hilo argumental de la misma historia (una intervención militar de EEUU en Afganistán) a través de tres contextos diferentes pero complementarios entre sí: La política, la universidad y el ejército.

Al finalizar el filme cambié de opinión.

El eje de la historia es la idea (¿proyecto personal?) de un senador, Tom Cruise, que desea implantar la democracia en Afganistán; es la historia de una nueva estrategia militar que necesita ser vendida a la opinión pública para no encontrar obstáculos ni oposiciones en su desarrollo. De ahí la reunión entre el político (Cruise) con la periodista "vendedora" Meryl Streep, la cual, tras el fracaso de Irak, se muestra reticente a apoyar la nueva estrategia militar del senador.
Tom Cruise apelará a su responsabilidad como político y a su compromiso con EEUU para convencer a la periodista de la necesidad de una nueva e innovadora intervención.

Paralelamente, Redford mantiene una entrevista con uno de sus alumnos más brillates que, de repente, parece haber perdido la motivación y el interés por sus clases de ciencias políticas.
A este alumno le explica que no entiende su falta de compromiso para exigirse ser mejor, y le reprocha el hecho de preferir aprobados justillos mediante la consabida "ley del mínimo esfuerzo".
Para convencer al alumno desencantado, que había decidido abrazar el hedonismo más superfluo e irresponsable, le relata la historia de dos exalumnos procedentes de la clase baja trabajadora, los cuales, mediante arduo esfuerzo y becas deportivas, lograron acceder a la universidad y, posteriormente, se alistaron en el ejército por tal de rubricar su leal compromiso con EEUU, es decir, con la defensa de los valores democráticos y de igualdad de los cuales Occidente es garante.

El tercer escenario, el más emotivo desde mi punto de vista, es la acción bélica que pretende desarrollar la estrategia del senador Cruise, y en la cual intervienen los dos exalumnos de Redford, ahora ya militares.

Los dos comprometidos jóvenes mueren, y lo hacen con honor y gallardía, sin que por ello Redford les haga aparecer como inconscientes o estúpidos que estaban equivocados, sino, al contrario, mostrándonos profundo respeto por individuos que decidieron ser con todas las consecuencias y asumiendo todos los riesgos.

Pero, por supuesto, existe la crítica declarada al sistema, a los políticos sin escrúpulos, ambiciosos, que no dudan en sacrificar a lo más granado y excelente de la nación por tal de lograr llevar a cabo estrategias y acciones elaboradas desde el aséptico distanciamiento de los despachos.

Redford le pide compromiso, tan sólo eso, a su brillante alumno, y le reconoce, frustrado, cómo con el paso de los años él mismo ha perdido capacidad para motivar y entusiarmar a alumnos cada vez más egocéntricos e irresponsables:

-Hace algunos años, le confiesa al reticente alumno, no hubiese tenido tantas dificultades para convencerte...

Y en esa frustración de Redford, en esa impotencia ante el joven que "pasa de todo", reconocí mis propias impotencias y frustraciones. Y recordé que tiempo atrás, cuando apenas era un joven licenciado, todavía podía "salvar" a algún que otro díscolo adolescente recomendándole determinadas lecturas; recordé a jóvenes, parece que haya pasado una eternidad, que todavía leían y aún se mostraban dóciles ante los consejos de una autoridad reconocida.
Ahora es prácticamente imposible orientar a adolescentes que han olvidado lo que significa leer, que no saben qué significa aspirar a ser mejores, y que sólo se contentan con tener un buen coche tuneado y con poder salir de "fiesta".
¿Cómo intervenir ante adolescentes, poco menos que analfabetos funcionales, que carecen de recursos lingüísticos para poder expresarse y que no alcanzan a comprender sencillos argumentos y reflexiones que se les antojan complicados "tochos" abstractos?

El mensaje de Redford, harto orteguiano, es bien claro:
"Sin individuos excelentes que aspiren a ser mejores, sin auténticos ciudadanos aristois comprometidos en la salvaguarda de la polis y de valores universales, sólo encontraremos la mediocridad irresponsable impuesta por sociedades de individuos-masa".

viernes, 25 de abril de 2008

Stalingrado (los complejos de Occidente).


¿Qué sucede en una sociedad cuando nadie se inmuta por el hecho, en sí mismo subversivo e insultante, de que un presidente, supuestamente de "todos los españoles", se proclame orgullosamente "rojo auténtico"?

¿Acaso hemos de aceptar la falacia, hábilmente cimentada en el subconsciente colectivo, de que ser "rojo" es sinónimo de individuo ética y moralmente mejor?

¿Qué sucedería, por un casual, si un presidente osara proclamarse su antagónico, es decir, se declarara "español auténtico", sin recurrir a seguidismos excesivamente particularistas o partidistas?

Sí, España está plagada de complejos, pero lo mismo que la "adormecida" y laxa civilización Occidental.

He visto recientemente la magnífica cinta germana "Stalingrado", sin duda una gran película a la altura de otras grandes producciones como "El hundimiento", pues ambas cintas retrataron sin miedos ni complejos la realidad de una guerra, de la II G.M, y ambos filmes fueron "castigados" por la todopoderosa industria hollywoodiense, la cual les negó un merecidísimo Óscar.

Y es que, en verdad, "Stalingrado" y "El hundimiento" son películas incómodas, políticamente incorrectas en sociedades donde los apologetas del marxismo pueden jactarse orgullosos de serlo, mientras que cualquier individuo con arraigados sentimientos patrios debe esconder la cabeza avergonzado, como las avestruces.

Yo entiendo que la VERDAD sea desagradable para las democracias occidentales que, en su día, no supieron "entender" al nazionalsocialismo y que, lejos de comprenderlo y matizar su irracional radicalismo plagado de errores, prefirieron, por miedo básicamente, posicionarse contra él y favorecer, así, la legitimación moral del pérfido marxismo, enemigo común de Occidente.

Muy al comienzo de "Stalingrado", un sacerdote arenga a las tropas reunidas en torno a él, y les explica el significado inscrito en las hebillas de sus cinturones:

"Dios está con nosotros". Sí, decía el sacerdote que ostentaba una gran cruz, Dios estaba con ellos (los nazis) porque ellos eran los defensores de los valores occidentales, los defensores del humanismo cristiano que se enfrentaban al bolchevismo. Por eso, continuaba el sacerdote, y al contrario que el soldado bolchevique, el soldado alemán nunca estaba solo.

¡Genial y sublime!, osada y valiente puesta en escena que sin duda incomodó no sólo a los países herederos del bolchevismo, sino también a los tibios "demócratas" que se saben traidores a la historia y traidores a Occidente.

Hollywood, esa industria al servicio de la corrección política, no creyó oportuno premiar la valentía de dicho filme, como no lo hizo cuando le tocó el turno a "El hundimiento", aunque, sin embargo, no haya dudado en agasajar al cine español más cenutrio y almodovariano, ni titubeado al premiar producciones chabacano-cutre-salchicheras made in Spain.

Aquí, en las dolorosas Españas, todavía se me revuelven las tripas al recordar cómo los Goyas, que premiaron a Almodóvar por "Volver", se olvidaron de la genial y sublime "Alatriste", otra producción políticamente incorrecta que de forma exquisita y no exenta de épica, nos instaba a "recordar quiénes fuimos", tanto en la gloria de la victoria como en los tristes momentos de las amargas derrotas pasadas.

¿Por qué tanto empeño en olvidar quiénes fuimos?
¿
Tan culpables nos sentimos de nuestro pasado, y de nuestra trayectoria real en la historia, españoles y occidentales en general, como para renegar de nosotros mismos y claudicar ante las impositoras pseudomorales eslavas e islámicas?

Saludos.

miércoles, 23 de enero de 2008

Dr House (sobre la verdad)


Reconozco que me gusta la serie de TV del irónico, irreverente y en ocasiones maleducado e impertinente doctor engreído que cree que todo el mundo miente.

Consigue House, en no pocas ocasiones, elaborar un acertado diagnóstico partiendo de la premisa de que todos sus pacientes, por norma, le mienten sobre los aspectos más personales o íntimos de su historial médico.

La psicología también ha aprendido a escuchar aquéllo que no dice el paciente, ya sea por vergüenza, temor o por la presencia de fuertes mecanismos internos de represión.

La experiencia enseña y constata que lo último, lo ultimísimo que confiesa un paciente a su terapeuta, es precisamente la dolorosa y verdadera causa que le crea malestar o perturba su estado emocional.

Suele ser difícil descubrir, de entrada, el complejo que crea inseguridad en un individuo, o la fobia que merma su autoestima, porque incluso pidiendo ayuda profesional a gritos no puede evitar ocultar, cuando no disfrazar o maquillar, la auténtica verdad, cruda y desnuda, de aquello que le preocupa u obsesiona, perturba o genera ansiedad.

¿Por qué?

Porque la generalidad de los individuos se ven necesitados de dar una imagen positiva de sí mismos, y algunos acuden a terapia con la esperanza de que un profesional de la mente consiga "desarmarles", desnudar su alma, y permitirles decir en voz alta lo que silencian y ocultan en lo más profundo de su ser.

La catarsis, tras el reconocimiento y derribo de un muro represor, dota al individuo de paz y de relajo espiritual y le sitúa, por fin, en la ardua tarea de poder superar sus circunstancias adversas.

Quizás por defecto profesional, y por ser consciente de esta necesidad imperiosa por mentir inherente al ser humano, no me creo muchas de las "verdades" oficiales, públicas y políticamente correctas, que los políticos de turno nos venden como realidad.

Existe una disociación patológica en la sociedad, análoga a la necesidad de mentir de cualquier individuo por tal de ofrecer la mejor imagen de sí mismo, consistente en hacer un discurso público contrario en muchas ocasiones al discurso privado que se defiende en círculos de amistades o familiares más reducidos e íntimos.

Existen temas sociales tabús sobre los cuales, por ejemplo, hay que hablar públicamente desde el buenismo y exhibiendo un impoluto talante tolerante, tales como la inmigración y determinados asuntos políticos, y ello por más que en la intimidad se echen pestes sobre ellos y cada vez preocupen más y generen mayores temores internos.
Yo recelo, he aprendido a recelar del retroprogre que, vestido con ropajes de buenismo, empieza un discurso proclamándose bueno, tolerante y solidario, que vota a formaciones políticas de izquierda, pero que no puede evitar señalar cómo le preocupa que el colegio de su hijo esté lleno de inmigrantes y que por ello bajen tanto las medias; recelo de quienes defienden a capa y espada la necesidad de mayores políticas sociales y abogan por sistemas educativos y sanitarios públicos, pero llevan a sus hijos a colegios y clínicas privadas.
¡Cuánta hipocresía, hija predilecta del obligado buenismo al que nos someten los dictados de la corrección política!

La sociedad está pidiendo a gritos hábiles políticos que sean buenos terapeutas, que no tengan nada que ver con las hipócritas hienas del buenismo que defienden un determinado discurso público pero muestran discursos privados totalmente contrarios de los que venden a las masas ignorantes.

¿Dónde hay un Dr House que diagnostique nuestros males de hipocresía en nuestras propias narices, aunque sea con malos modos, y que nos diga que no cree en nuestro aparente discurso público impregando de buenismo, porque sabe de nuestros temores frente a una política de inmigración errada e ineficaz; porque conoce el miedo que sentimos por el futuro de nuestros hijos, en manos de un sistema educativo mediocre y caótico; porque sabe que existen problemas reales y que no vivimos en los mundos de Yupi?

¿Tan difícil es mostrar la verdad de lo que le duele y le preoucpa a la generalidad de la ciudadanía? ¿o es preferible ocultarla por tal de no parecer malosos xenófobos, fachosos, o alarmistas crispadores?

¿Cómo podremos superar circunstancias adversas y resolver problemas vitales reales negando la realidad y su verdad?