Cine como realidad virtual


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viernes, 25 de abril de 2008

Stalingrado (los complejos de Occidente).


¿Qué sucede en una sociedad cuando nadie se inmuta por el hecho, en sí mismo subversivo e insultante, de que un presidente, supuestamente de "todos los españoles", se proclame orgullosamente "rojo auténtico"?

¿Acaso hemos de aceptar la falacia, hábilmente cimentada en el subconsciente colectivo, de que ser "rojo" es sinónimo de individuo ética y moralmente mejor?

¿Qué sucedería, por un casual, si un presidente osara proclamarse su antagónico, es decir, se declarara "español auténtico", sin recurrir a seguidismos excesivamente particularistas o partidistas?

Sí, España está plagada de complejos, pero lo mismo que la "adormecida" y laxa civilización Occidental.

He visto recientemente la magnífica cinta germana "Stalingrado", sin duda una gran película a la altura de otras grandes producciones como "El hundimiento", pues ambas cintas retrataron sin miedos ni complejos la realidad de una guerra, de la II G.M, y ambos filmes fueron "castigados" por la todopoderosa industria hollywoodiense, la cual les negó un merecidísimo Óscar.

Y es que, en verdad, "Stalingrado" y "El hundimiento" son películas incómodas, políticamente incorrectas en sociedades donde los apologetas del marxismo pueden jactarse orgullosos de serlo, mientras que cualquier individuo con arraigados sentimientos patrios debe esconder la cabeza avergonzado, como las avestruces.

Yo entiendo que la VERDAD sea desagradable para las democracias occidentales que, en su día, no supieron "entender" al nazionalsocialismo y que, lejos de comprenderlo y matizar su irracional radicalismo plagado de errores, prefirieron, por miedo básicamente, posicionarse contra él y favorecer, así, la legitimación moral del pérfido marxismo, enemigo común de Occidente.

Muy al comienzo de "Stalingrado", un sacerdote arenga a las tropas reunidas en torno a él, y les explica el significado inscrito en las hebillas de sus cinturones:

"Dios está con nosotros". Sí, decía el sacerdote que ostentaba una gran cruz, Dios estaba con ellos (los nazis) porque ellos eran los defensores de los valores occidentales, los defensores del humanismo cristiano que se enfrentaban al bolchevismo. Por eso, continuaba el sacerdote, y al contrario que el soldado bolchevique, el soldado alemán nunca estaba solo.

¡Genial y sublime!, osada y valiente puesta en escena que sin duda incomodó no sólo a los países herederos del bolchevismo, sino también a los tibios "demócratas" que se saben traidores a la historia y traidores a Occidente.

Hollywood, esa industria al servicio de la corrección política, no creyó oportuno premiar la valentía de dicho filme, como no lo hizo cuando le tocó el turno a "El hundimiento", aunque, sin embargo, no haya dudado en agasajar al cine español más cenutrio y almodovariano, ni titubeado al premiar producciones chabacano-cutre-salchicheras made in Spain.

Aquí, en las dolorosas Españas, todavía se me revuelven las tripas al recordar cómo los Goyas, que premiaron a Almodóvar por "Volver", se olvidaron de la genial y sublime "Alatriste", otra producción políticamente incorrecta que de forma exquisita y no exenta de épica, nos instaba a "recordar quiénes fuimos", tanto en la gloria de la victoria como en los tristes momentos de las amargas derrotas pasadas.

¿Por qué tanto empeño en olvidar quiénes fuimos?
¿
Tan culpables nos sentimos de nuestro pasado, y de nuestra trayectoria real en la historia, españoles y occidentales en general, como para renegar de nosotros mismos y claudicar ante las impositoras pseudomorales eslavas e islámicas?

Saludos.