Cine como realidad virtual


Cine y vida, cine y política, cine y filosofía, cine en la realidad y cine en la ficción.

jueves, 3 de marzo de 2011

La aventura del Poseidón (o la decadencia de Occidente).


Ayer volví a ver "La aventura del Poseidón", una película ya algo viejuna perteneciente a lo que ha dado en llamarse "género de catástrofes".
- ¿Otra vez la vas a ver?, me preguntó mi mujer incrédula mientras seguía haciendo sus trabajos en el portátil.
- Pues sí, comme il faut! le respondí contundente.
- Ainsssss... se limitó a suspirar resignada.

Ya le dediqué una entrada al género de zombis, a esas películas de muertos vivientes, siempre resultonas y las más de las veces impregnadas de una siniestra y morbosa comicidad.
Las pelis de zombis y las de catástrofes comparten un mismo denominador común: el deseo de supervivencia de un puñado de individuos obligados a enfrentarse a difíciles circunstancias adversas.
Como buen orteguiano, me pirran las pelis donde la inteligencia y la creatividad de los hombres deben superar las contingencias y adversidades del medio para salvarse a sí mismos.
Además, y esto es innegable, en dichas pelis existe la morbosa emoción añadida de poder jugar a la ruleta de la fatalidad: ¿Quién será el próximo personaje en caer? ¿Será el tontaco cobarde? ¿La hembra jugosona que exhibe muslamen y generoso escote? ¿O el tipo duro y seguro de sí mismo?
Si el guionista es bueno salvará a la chica jugosona o, en el peor de los casos, la sacrificará hacia el final de la película.
¿Os habéis dado cuenta en cuántas pelis de zombis y de asesinos en serie acaba siendo una chica de buen ver la que logra salvarse?

En "La aventura del Poseidón", que es la peli que nos ocupa, el tipo duro y con dotes de liderazgo (un pater interpretado por Gene Hackman) acaba sacrificándose por tal de salvar al resto del grupo.
Me doy cuenta, entonces, de que son muchas las pelis, ésta del Poseidón incluida, donde los más débiles y negados para la supervivencia consiguen salvarse gracias al sacrificio generoso y voluntario de los más fuertes y decididos.
Así, una chicarrona buenorra, pero tontaca, temerosa, e incapaz de reaccionar ante el peligro, será una de las que sobreviva, además de un yayo escaso de energías y un niño resabidillo.
Poco a poco comienzan a tejerse en mi cerebro las peregrinas asociaciones de turno, y me doy cuenta de hasta qué punto el cine, como la filosofía, está impregnado de esa moralina judeocristiana tan amante de sacrificar a los mejores por tal de salvar a los más débiles y necesitados.
Voy más allá en mis elucubraciones y me pregunto: ¿Por qué Occidente tiene sus días contados? ¿Acaso porque ya no queden hombres fuertes y enérgicos dispuestos a sacrificarse, en vano, por unas masas débiles y cortas de entendederas?
Ya nadie cree en la necesidad vital de luchar y de sacrificarse. ¿Cómo habría de aceptar la guerra, argumentaba el genial Unamuno, quien ya no tiene fe en la vida eterna? Decía el filósofo español que los individuos se volvían cobardes en tanto dejaban de creer en la vida después de la muerte.
Occidente se diluye, cual azucarillo, en la medida que pierde fe y energía espiritual, en la medida que sus raíces católicas son dinamitadas, menospreciadas y rechazadas: ¡Ya no merece la pena sacrificarse por nada ni por nadie!
Et voilà! He ahí por qué el Islam nos ganará la batalla vital: el Islam todavía dispone de hombres enérgicos y fuertes dispuestos a autoinmolarse y hacerse estallar en pedazos por los demás, por sus hermanos musulmanes: por Alá.
El Islam todavía dispone de individuos dispuestos a quemarse a lo bonzo para protestar ante la injusticia. Es capaz, todavía, de iniciar revoluciones.
El mundo musulmán vive y construye su realidad futura, mientras nosotros, en nuestros cómodos sillones, preferimos vivenciar nuestras glorias y grandezas a través de películas ficticias; para autoengañarnos y creernos que todavía existen héroes capaces de dar su vida por los demás, para seguir creyéndonos los reyes del mambo...
Nos creemos tan buenos y mejores que tildamos a los musulmanes, o a cualquier individuo con firmes creencias, de locos y dogmáticos ¡Serán tontacos!, exclamamos, mira que hacerse estallar en mil pedazos...
¿Y los chinos?, decimos, ese pueblo oprimido y subyugado cuyos ciudadanos deben emigrar masivamente a otros países... ¿no son de pena?
Sí, sí, serán tontacos y gilipollas, darán pena y estarán oprimidos, pero de aquí a unas cuantas generaciones la humanidad hablará árabe y chino mandarín.

Mientras, acomodémonos, veamos pelis de ficción en nuestra TV y veamos también cómo los auténticos actores de hoy (musulmanes y chinos) escriben los guiones de sus vidas y garantizan el futuro de sus hijos y nietos.

viernes, 25 de febrero de 2011

Spartacus, sangre y arena.



¡Pedazo de serie!
El miércoles de esta semana emitieron el primer capítulo por el canal Cuatro, creo.
Yo no la vi, porque ya la visioné por internet y tengo grabada toda la primera temporada, comme il faut!
Sin embargo, me gustaría comentar las opiniones que, respecto a dicha serie, expresaron dos contertulios de Arucitys.
David Broc, un tanto friki, dijo que era imposible no engancharse a Spartacus y que la serie estaba 20 años por delante de Hispania. También alabó las bondades de la estética y del guión, sencillo de digerir pero truculento y perverso.
Mònica Planas tildó la serie de pornográfica y "gay" (ya estamos con lo de las falditas de romanos que tanto gustan a los bujarrillas). No se cortó un pelo, además, en decir que era una serie cargada de violencia gratuita, y que llegaba a resultar incluso cómica, por lo poco creible y cutre de sus sanguinolentas escenas.




¿Qué puedo añadir?
Está claro que suscribo íntegro el comentario de David Broc, porque Spartacus es una serie para ver y para sentir; es una serie hipercargada de testosterona, que lo mismo te dispara la adrenalina con un feroz combate en la arena que con una lúbrica y voluptuosa escena erótica.
¿Pornográfica y gay?
La tal Mònica debe ser una mojigata de mucho cuidado, una ñoñeras cuyos gustos cinematográficos no van más allá de "Los puentes de Madison", "El paciente inglés" y truñacos similares. También podría tratarse de una reprimidilla de tres al cuarto, de esas que ante una tranca descomunal se ponen la mano para taparse los ojos, al tiempo que se cuidan mucho de mirar, a través de los deditos abiertos, el objeto de su inconfesable deseo.

En fin, os recomiendo Spartacus, para darle gusto a los sentidos, para que os sintáis como los gañanes que sois o, en cualquier caso, podáis descubrir al gañán que todos llevamos dentro.

lunes, 21 de febrero de 2011

"Balada triste de trompeta", de Álex de la Iglesia.


Gracias a los bambinos, y a su insistencia, este fin de semana fui al cine para ver "Enredados". ¡Pedazo peliculón!
La verdad es que el listón de la animación, después de la magnífica Toy Story 3, estaba muy alto. "Enredados", sin embargo, consigue saltarlo airosamente, con gracia y elegancia tradicionales, pero también con una pizca de transgresión irreverente; la justa para agradar a los paterfamilias y, al tiempo, no escandalizar a la chiquillería.
O me estoy haciendo viejuno a pasos agigantados, ñoño y simplón, o la animación, hoy por hoy, es una de las mejores y más seguras apuestas para ver buen cine. Un buen guión, acción trepidante, excelente animación y grandes dosis de fino humor, ¿qué más se puede pedir para pasar una divertida tarde en compañía de los peques?

Para compesar el gasto de los 24 euracos, palomitas y chuches aparte, que costó disfrutar de la última creación de Disney, tuve que bajarme, vía internet, "Balada triste de trompeta". Con todo no se puede.
¡Menos mal que no pagué un euro por ver semejante truñón!
Lo primero que llama la atención, para todo buen apañó que se precie de serlo, es la cantidad de ayudas y subvenciones que recibió la película: fondos ICO, Generalitat valenciana, TVE, Canal Plus...
¿Y para qué?
Pues para que Álex de la Iglesia, l´enfant terrible del cine apañó que nos deleitara con "Acción mutante" y se ganara los galones con "El Día de la Bestia", pudiese hacer una película tan pretenciosa como truñera.
Pretenciosa y fallida, esos serían los calificativos que utilizaría para definir "Balada triste de trompeta".
El comienzo de la peli promete, y se despacha con varias escenas brillantes y a la altura del otrora genial Iglesias: un payaso rebotao enfrentándose a un capitán miliciano y una cutre-carga que realizan los frentepopulistas, encabezada por el payaso tonto (Santiago segura), repartiendo golpes de machete a diestro y siniestro.
Un dato positivo: Iglesias evita caer en el tan socorrido sectarismo político, al que tan acostumbrados nos tiene nuestra izquierda sectaria. De hecho, incluso hace aparecer al Caudillo, por supuesto irónicamente, como una persona de probada moralidad, defendiendo a un pobre y humillado Carlos Areces de las hijoputeces del vengativo coronel "Sancho Gracia".
Areces, el pobre, no da pa más, y se limita a ser él mismo; el sempiterno friki de "La Hora Chanante" o "Museo Coconut", lo cual le basta para bordar un papel interpretativo hecho a su medida. A la medida de sus limitaciones, quiero decir.
La película, por momentos, resulta absurda, de un surrealismo tan gratuito y fuera de lugar, que nos obliga a preguntarnos: ¿pero qué pretende Iglesias?
Sí, hay mucho de la decadencia de "Acción Mutante". También está presente el friquismo de "El día de la bestia", pero a la película le falta algo más que un hervor para resultar atractiva y entretenida (hay momentos en que llega a aburrir).

Lo sé, sé que Álex pretendió algo grande (lo intuyo) Quizás buscara su obra culmen, una suma de todas sus decadencias y frikismos anteriores, pero me temo que fracasó estrepitosamente en el intento.

Los actores: casi los mismitos que los de la serie-cutre "Plutón BRB NERO", desde el mismo Carlos Areces, pasando por la jugosona Carolina Bang, el estrábico Enrique Villén y el greñoso Manuel Tallafé. También están presentes Gracia Olayo y Fernando Guillem.
Rápidamente relacioné a los mismos actores con otra peli cutre del cine apañó: Los managers, bajo la dirección de Fernando Guillem y también con Tallafé, Villén y el ínclito Perea (soldado nacional en "Balada triste de trompeta").
Los mismos coleguitas que se reunen una y otra vez, disfrutando de las sucosas subvenciones de papá Estado, para hacer ese pseudocine cutre al que tan acostumbrados nos tienen.
Lo más lamentable, pero, es que he de reconocer que "Los Managers", siendo otro gran truño patrio, me gustó más que "Balada Triste de Trompeta". Al menos me eché unas risas, algo que no pude lograr visionando el depresivo-cutre-friki bodrio de Álex de la Iglesia.
¿Y por qué me tragué enterita "Balada Triste de trompeta?
Pues porque estuve esperando hasta el final, cual gañán, para ver si el rácano de Iglesias nos regalaba con algunos planos lascivillos de la jugosona Carolina Bang. ¿Por qué, si no? :)


Pd: atención a la escena erótica en la que el payaso maltratador le da lo suyo a Carolina Bang por la retaguardia, mientras los generosos pechos de la chica se aplastan voluptuosos contra la luna de un restaurante (ñam, ñam)

lunes, 7 de febrero de 2011

Se nos marchó Gary Moore


¿Cuántas veces habré escuchado su over the hills and far away en los garitos metaleros que frecuenté en mi díscola juventud?
Aquí os dejo con la versión, más cañera pero no por ello mejor, de Nightwish, que, además, sirve de perfecta excusa para contemplar a la siempre bella y exhuberante Tarja Turunen.

Adiós, Gary, descansa en paz.

PD: 58 añitos. ¡Pronto te fuiste, bribón!

sábado, 5 de febrero de 2011

Valor de ley


Me he enterado de que la genial "Valor de Ley" ya tiene su remake actualizado, ni más ni menos que por los hermanos Coen.
Y siendo una película de los Coen no podía faltar el ínclito Jeff Bridges, sempiterno Nota y un pedazo de actor como la copa de un pino.
Viendo la caracterización de Bridges como el refunfuñón y duro Rooster Cogburn (papel que interpretara John Wayne en la cinta de 1969) no puedo por menos que aplaudir la elección de los Coen. ¿Quién, si no, podría emular al viejo Cogburn cascarrabias, decadente y pendenciero, bebedor y de gatillo fácil? ¿Robert de Niro, quizás? No, a De Niro le faltaría un toque de "decadence", el aura de enfant terrible y bon vivant que tan bien refleja Bridges en sus películas (genial también en el "El rey pescador").

No es novedosa la peregrina relación entre niñita desvalida y pistolero maloso en el western. De hecho, además de "Valor de ley", tenemos otras dos grandes películas que también centraron sus guiones en el mismo eje argumental:
"Círculo de fuego", con el siempre magnífico Gregory Peck, y, ¡atención!, la genial parodia titulada "Cat Ballou", con el maloso por excelencia Lee Marvin, o Liberty Valance, como se prefiera, convertido en un pistolero venido a menos, borrachín y perdedor, que decide ayudar a una jovenzuela Jane fonda.

Pero vayamos a lo que nos ocupa: "Valor de ley"



Todavía no puedo juzgar si la pelicula de los Coen estará a la altura de la realizada por Henry Hathaway en el 69, pero sí quiero recomendar la secuela de ésta, la maravillosa "El rifle y la Biblia", de nuevo Cogburn interpretado por John Wayne, junto a la maravillosa Katharine Hepburn, mujerona que siempre, desde pequeñito, produjo en mí una inexplicable atracción.
Hay secuencias en "El rifle y la Biblia" que nos recuerdan inevitablemente a "La reina de África", con Hepburn en su papel de mujer fuerte e independiente haciendo la puñeta a Wayne, lo mismo que otrora hiciese con Humphrey Bogart.
Y es que, detrás de todo hombre pendenciero e irresponsable, detrás de todo bon vivant noble y leal, debe estar la mujerona de turno; esa gran mujer que sepa como reorientarle y hacerle mejor, que sepa descubrirle las virtudes potenciales que esconde en su coraza interior de hombre duro y cínico. Y Hepburn, que bien supo cómo hacerlo en la vida real con el travieso y bebedor Spencer Tracy, no iba a fracasar en la ficción ante dos duros de entre los más duros del celuloide.
Me gusta más, mucho más, el Cogburn de "El rifle y la Biblia", donde descubrimos a un Wayne mucho más humano, irónico y divertido que en "Valor de ley" (donde ya estuvo genial) y todo gracias a la interpretación magistral de Hepburn (¡qué gran actriz!).
Al final de ver el rifle y la Biblia, sólo podemos sentenciar, como hiciera el propio Cogburn ante Hepburn: "¡Amén, hermana!"

Saludos.

viernes, 21 de enero de 2011

Cartas desde Iwo Jima


No suelo citar entre mis películas bélicas preferidas este peliculón del maestro Clint, el gran Clint. Supongo que es un olvido, imperdonable por cierto, ocasionado por la "juventud" de la susodicha cinta (2006), pues la última gran película bélica que solemos recordar los viejunos como yo es Platoon (1986).
Sin embargo, hoy me dispongo a reivindicar tan magnífica película, al tiempo que me flagelo por no haber reconocido públicamente su grandeza mucho antes.
En realidad, la película me gustó la primera vez que la vi, la segunda vez la saboreé mejor, pero ayer (a la tercera va la vencida) descubrí el sello de obra maestra que Clint Eastwood le había imprimido a sangre y fuego, y nunca mejor dicho, porque sangre, fuego y honor son los temas centrales de tan épica y humana, demasiado humana, película.

La película tiene un guión redondo y los personajes son magníficamente retratados, haciéndolos tan humanos como creíbles. Tanto el soldado que siente la necesidad de morir con honor por la patria, como el que desea sobrevivir a toda costa para reunirse con su familia, acabarán ganándose nuestras simpatías. Podremos empatizar y comprender al general veterano de tácticas obsoletas, pero de regios y nobles principios, tanto como con el joven general conocedor de las tácticas de guerra modernas, pero no menos valeroso y patriota (genial Ken Watanabe, "El último samurai").
La escena del suicido colectivo es gloriosa, terriblemente dura y dolorosa, trágica... ¡¡¡GENIAL!!!
La escena final, cuando son desenterradas las cartas de una de las cuevas y salen a la luz los testimonios, miedos, ilusiones, esperanzas... de aquellos soldados que sabían que iban a morir es ¡¡¡MARAVILLOSA!!!
Decenas de sabrosonas escenas, perfectamente hilvanadas todas ellas, para dar forma a una narración perfecta, para despertar los sentidos y hacer aflorar las emociones.
¿De verdad, aquel año de 2006, se mereció "Crash" el Oscar?

Saludos.

lunes, 3 de enero de 2011

Hasta que llegó su hora


Pues sí, sigo viendo clásicos estos días festivos, comme il faut!
Sergio Leone y Ennio Morricone son los padres de un bonito cuento sobre buenos, no tan buenos, y sobre malos, estos sí, muy, muy malos: "Érase una vez en el oeste"
Entre los "buenos" están el vengador atormentado (Charles Bronson) el forajido burlón (Jason Robards) y una exprostituta jugosona (Claudia Cardinale) Y entre los malosos encontramos a un asesino despiadado y cruel (Henry Fonda) y a un tullido moribundo y ricachón que, incluso a las puertas de la muerte, se aferra cual garrapata al materialismo más inhumano.

Antes de los créditos de inicio de esta obra maestra, Leone nos regala, a modo de aperitivo, una introducción maravillosa; casi un cortometraje inserto en la globalidad del film, un homenaje trágico-cómico a dos veteranos del western: Jack Elam y Woody Strode ("El sargento negro") ver aquí una secuencia:
En una desértica estación de tren tres malosos esperan pacientemente la llegada de un forastero. El ritmo de la narración es lento, muy lento, con el cansino chirrido de fondo de las aspas de un molino, y no paran de sucederse primerísimos planos de los rostros de los tres malajes. Uno de ellos no para de hacer crujir los huesos de la mano. Elam, sentado en una hamaca, intenta deshacerse del incordio de una mosca sin moverse de su asiento, hasta que finalmente la atrapa, sonriente, con el cañón de su revólver. Y Strood, impertérrito, soporta el incordio de una gotera sobre su pelona cabeza, pero el muy jodío tampoco desea moverse, así que se coloca el sombrero y, tras un largo goteo en el ala del mismo, aprovecha para beberse el agua con un impagable careto de satisfacción burlona. ¡GENIAL!, jamás un ritmo narrativo tan lento y unos tipos tan vagos resultaron tan suculentos para los sentidos.
Jamás Ford, exento del carácter latino de Leone, hubiese podido parir una oda tan simpática a la pereza y la desidia hispanoitaliana, o a la cabezonería, según dicen, de vascos, baturros o gallegos. Por sus cojones que ni Elam ni Strode se iban a mover y ceder ante el incordio de una mosca o la molestia de una gotera.

Finalizado el pequeño cortometraje-homenaje, la película arranca con un comienzo realmente impactante y conmovedor: el vil y abyecto asesinato de una familia (un padre y sus tres hijos) Pero no hay sangre, oigan, ni una sola gota. Nada de casquería gratuita ni regocijo morboso alguno en tan miserable acción. Los asesinos ni siquiera aparecen en pantalla; tan sólo se oyen los disparos al tiempo que los cuerpos van cayendo al suelo lentamente, mientras una cámara ralentizada nos muestra la injusta e inesperada muerte de aquellos inocentes.
Cuando sólo queda con vida el niño pequeño, sólo entonces, aparecen Frank y sus secuaces, sonrientes, para acabar de rematar la faena y arrebatarle la vida al desvalido bambino. Un lagrimón furtivo recorrió mis mejillas, y no sería el único.

Diálogos inteligentes, exquisita y bella fotografía y embriagadora y envolvente música: todo un placer para los sentidos y un delicioso manjar repleto de emociones.
El cuerpo sudoroso de Claudia en el desierto, mostrando un canalillo más que recatado y, sin embargo, sugestivo y lúbrico a un tiempo (ñam, ñam)
Apenas se hacían concesiones al Dios Eros, y sin embargo Claudia, con sus sensuales labios y sus enormes ojazos negros, era capaz de despertar la líbido del más sonso de los mortales. Tampoco había sangre ni escenas especialmente violentas, pero se podía sentir el dolor y la angustia que emanaba de las entrañas de la música de Morricone, perfectamente hermanada con la preciosista estética de Leone: una auténtica obra de arte cinematográfica.

Soy un ferviente amante del western, género que considero una perfecta filosofía de vida, pero mis gustos no suelen coincidir con los de los grandes especialistas en la materia.
Tras mucho leer y releer a críticos sesudos, y visionar las películas que se consideran "clásicas" del western, he llegado a la conclusión de que no soy muy sesudo, o bien no soy tan entendido en la materia como yo mismo pudiera creer. Lo digo porque "Centauros del desierto" es, sin duda, una obra de arte, pero a mí nunca me hizo tilín, como tampoco me lo hizo "Sin perdón", también muy buena.
Sí suscribo, pero, la genialidad de "La Diligencia", "Río Rojo" o "El hombre que mató a Liberty Valance", grandes entre las grandes, pero prefiero otras obras aparentemente menores: "Murieron con las botas puestas", "Un hombre", "Los tres padrinos", la trilogía Leone y esta maravillosa y suculenta "Hasta que llegó su hora"

Saludos.

domingo, 2 de enero de 2011

Los señores del acero


He vuelto a ver la magnífica película "los señores del acero", una obra maestra que nunca fue suficientemente reconocida.
El inicio es genial, tan sólo unos minutos para presentarnos a todo el grupo de protagonistas a través de un improvisado acto litúrgico en medio del asedio a una ciudad: el cardenal, que es un tipo dogmático y más frío y rudo que los propios mercenarios, las mujeres, siempre prostituyéndose a cambio de unas monedas, y los soldados, mujeriegos, borrachos y sin atisbo de temor alguno ante la muerte.
"Si estos dos pervertidos mueren sin recibir la Sagrada Comunión arderán en el infierno eternamente", le comenta el cardenal al capitán refiriéndose a una pareja de soldados homosexuales.
La película lo tiene todo: acción y tórridas escenas subidas de tono, y me atrevería a decir que el film es uno de los más fieles retratos cinematográficos que he visto sobre la Edad Moderna; épica y honor, política y traición, el noble intelectual, el mercenario, el clero supersticioso...
Una época de transición política, ideológica y religiosa, donde la pólvora comienza a sustituir al noble acero, donde comienzan a aparecer nuevos remedios médicos para combatir a la terrible peste negra.
Obligado es también, para todo gañán que se precie de serlo, hacer mención a las varias secuencias de suculentos desnudos que protagoniza la erótica Jennifer Jason Leigh, obsequio del lascivillo Paul Verhoeven.

Saludos.

PD: La banda sonora me pone los pelos como escarpias; música épica y grandilocuente, comme il faut, de la mano de Basil Poledouris
¿Qué quién es este tal Poledouris?
Fue un erizador de vellos, un creador de emociones, un maestro de la épica musicada, fue, en definitiva, quien dotó de vida y espiritualidad a "Conan, el bárbaro". ¡Casi ná!