Cine como realidad virtual


Cine y vida, cine y política, cine y filosofía, cine en la realidad y cine en la ficción.

martes, 21 de abril de 2009

La Buena Nueva.


Si alguien quiere ver cine del bueno, de los buenos de la ceja quiero decir; si alguien quiere indignarse contemplando dónde van a parar las subvenciones destinadas a nuestro cine "progrerojeras", que no se pierda esta película: "la Buena Nueva", que no tiene desperdicio alguno.
En esta película podremos ver de forma nítida y clara el resentimiento histórico zapateril que nos asola, a través de un guión plagado de tópicos y, ¡cómo no!, de sectarismo y revanchismo cutre-chabacano que rezuma a tutti pleni por todo el metraje.
Nada más empezar la película le comenté a mi nujer:
- Prepárate para ver lo malo, malosos y fachosos, que fueron los del bando nacional.

¡Ops!, me quedé corto al sospechar que el bando nacional iba a quedar mal parado, pues sólo les faltó a los de atrezzo colocar rabos y cuernos a cada uno de los personajes retratados tan "imparcialmente".
Así, el capitán falangista (interpretado por Mikel Tello) aparece como un ser despiadado y deshumanizado, cruel y carente de sentimientos, muy semejante a aquel otro Guardia Civil que apareciera en "El laberinto del Fauno" (Sergi López).
Y es que, viendo cine de semejante calaña, es imposible dudar de la conexión directa entre el Diablo y los malvados ejpañoles ultracatólicosnacionalistas que se alzaron en el 36 contra una "justa" y "sensata" II República. Venga, que no se diga, debieron pensar, no vamos a recrearnos, tan sólo, con los malosos de la falange, por lo que no se cortaron ni un pelo en efectuar otro "realista" retrato del carlismo a través de un personaje beato, borracho y miserable a partes iguales.
Tan miserable era el carlista que nos ocupa que, pretendiendo a su prima, aprovechó el alzamiento para denunciar al marido de la misma, un bondadoso y jocoso médico rural socialista, Guillermo Toledo. El susodicho carlista, ebrio de alcohol, se pegó un tiro en el pie para no acudir al frente, porque además de fachoso y ejpañoloso casposo era un "cobarde pecadorrrr".
Por supuesto, los rojeras eran retratados como jocosos juglares cuya única maldad consistía, tan solo, en molestar "inocentemente" al clero en la plaza del pueblo, ora entonando canciones subversivas, ora enseñando el culo a las timidillas monjitas del convento.
¡Criaturines, si sólo hacían pequeñas travesurillas propias de niños rebeldillos! Ellos nunca supieron de chekas ni de Paracuellos, menos aún de pistoleros asesinos que lo mismo asesinaban a políticos de las derechas o quemaban conventos y torturaban a curas y monjas.

¡Cine del bueno, oigan! Al menos de los que se dicen buenos y justos.

Saludos.