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lunes, 25 de enero de 2010

Leyendas de pasión.


Ayer no pude evitar tragarme otra vez "Leyendas de pasión", una de esas películas que me enganchan a pesar de haberlas visto varias veces.
¿Por qué me engancha "Leyendas de pasión?
Supongo que por ser una película para sentir más que para razonar o elucubrar.
Últimamente, como si me hubieran lobotomizado el lóbulo frontal, soy incapaz de racionalizar. Mi capacidad analítica ha mermado de forma preocupante, si bien es cierto que mi manera de procesar la información siempre ha sido más holística que lógico-deductiva; siempre he intentado captar la gestalt, la totalidad de las circunstancias envolventes, perdiéndome los detalles sutiles, sólo apreciables para las mentes más matemáticamente racionales.
Me encanta el personaje salvaje y seductor que interpreta Brad Pitt, Tristan, el superhombre nietzscheano que vive libre, por encima de las leyes de hombres y dioses, más allá del bien y del mal.

"He cumplido todas las leyes, y he seguido todas las reglas morales de Dios y de los hombres y, sin embargo, todos te quieren más a ti, que nos has seguido regla alguna, que siempre has hecho lo que has querido. Sam te quería más a ti, papá... incluso mi mujer" .

Así, abatido y al tiempo asombrado, le explicaba su hermano (Aidan Quinn) la ironía dolorosa que no acababa de comprender.
Lo cierto es que la película se centra en exceso en el triángulo amoroso de los protagonistas, quitándole a la épica grandilocuente un mayor y destacado papel en el desarrollo de tan singular tragedia griega.
El final de la película, pero, no tiene desperdicio alguno: la venganza orquestada por Pitt tras la muerte de su esposa y, ¡cómo no!, la magnífica intervención de Anthony Hopkins, sacando su escopeta de entre la pelliza que cubría su enfermo cuerpo para hacer justicia humana, demasiado humana... que no divina.
Por último, el abrazo reconciliador del patriarca (de nuevo Hopkins) al hijo pródigo (Quinn), el que se alejara de las leyes naturales de la familia para abrazar la artificiosa moralidad de la corrupta casta política.

Finalmente el círculo natural de la vida volvió a cerrarse, ¡como debe ser!, y Tristan (bien escogido el nombre épico) vivió muchos años más, libre y orgulloso, hasta "tener una buena muerte".
Sin duda toda una leyenda.

PD: Brad Pitt se me antoja el paradigma del superhombre bello, orgulloso y libre, no sólo en esta película, sino también en la espectacular "Troya".