Cine como realidad virtual


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domingo, 22 de noviembre de 2009

La hija del general


Ayer me dio por ver "La hija del general", una magnífica película protagonizada por Travolta y Madeleine Stowe.
Un buen guión que mezclaba temas como el honor, la lealtad, la traición y la intriga bien hilvanados y entrelazados, de manera que se lograba una historia entretenida y, ¡atención!, interesante.
Me ha sorprendido, pero, leer críticas, que si bien no eran malas sí se me han antojado harto "ciegas".
La mayoría de quienes han opinado sobre esta película, en estos mundillos virtuales, ha comentado la intriga militar que parece ser el nudo principal de la trama. Otros, los más resabidillos, como de costumbre, osan alabar o criticar las actuaciones de los actores.
Nadie, sin embargo, ha comentado el tema de fondo que subyace en esta dramática historia y que es, además, el principal: la traición de un padre a su hija.
Dura, muy dura la denuncia de una hija a un padre cobarde, a un padre egoísta que no supo estar al lado de ella cuando fue víctima de una cruel violación en grupo, nada menos que en la prestigiosa academia militar de West Point.
El padre, todo un general del ejército de los EEUU, vende el honor y la dignidad de su hija a cambio de un ascenso.
Así, el padre silente y cobarde, ávido de poder, no sólo rehuye de su principal responsabilidad como persona: estar junto a su hija en difíciles momentos, sino que insta a la joven a que "olvide" lo sucedido, generando en la misma un sentimiento de abandono y, a la postre, una patología postraumática, que será la parte visible del iceberg de la atormentada oficial y psicóloga.

La joven desarrollará una impulsiva y escabrosa conducta sexual promiscua con la generalidad de los hombres del cuartel, y el padre, de nuevo cobarde e irresponsable, obviará e intentará ocultar, por todos los medios a su alcance, una realidad que le parece tan incómoda como vergonzosa y que, sin embargo, es un secreto a voces.

Veía la película y, de verdad, llegué a sentir verdadero asco de aquel tipo frío y calculador, insensible al dolor de su hija, que bien pudo coger una de las muchas pistolitas, a las que seguramente tenía acceso, y haber hecho JUSTICIA, comme il faut!
¿De verdad resulta creíble que todo un general, a quien se le presupone celoso en la preservación del honor y la dignidad de los suyos y de él mismo, pudiera conducirse de forma tan miserable a cambio de un plato de lentejas en forma de ascenso?
Pues sí, ¿acaso no es de suponer que las reiteradas ofensas al honor de los españoles, que han quedado impunes en Irak, el caso Alakrana, Faisán o en los últimos acontecimientos en aguas gibraltareñas, no valen oportunos ascensos?

Saludos.