Una buena película que pasa rápida ante nuestros ojos, sin hacerse aburrida en ningún momento.
Se agradece, para variar, que algunos directores hagan todavía actual el dicho de "lo bueno si es breve, dos veces bueno"
No me pareció en absoluto ñoña ni sensiblera, ni siquiera pretenciosa como la fallida "Walkiria" de Tom Cruise, en exceso cargada de sesgada moralina.
La película enfrenta y aborda, a mi manera de ver de forma inteligente, la crítica decisión de Hitler de exterminar a los judíos; y enfoca y analiza al nazionalsocialismo desde diferentes perspectivas dentro de un mismo núcleo familiar, provocando tensiones y discrepancias entre sus propios miembros.
Volví a acordarme de "Walkiria" y de los métodos subversivos, propios de terroristas, del "bueno" de Stauffenberg para apartar a Hitler del Poder, del mismo modo a como en las Españas se apartó a Carrero Blanco.
Yo "ni quito ni pongo rey", porque en difíciles circunstancias tiende a legitimarse cualquier medio, por inmoral y bastardo que sea, para permitir alcanzar loables fines. Sucede, pero, que en no pocas ocasiones es "peor el remedio que la enfermedad", pues todo cerdito Napoleón de granja tiende a convertirse en aquello mismo contra lo que combatió.
Y cuando comienzo a disertar y a divagar de manera tan ambigua, no faltan quienes me tachan de débil, incluso de tibio
liberal.
¿"Tibio" yo?... ¡vamos, ni que fuese un Marianín maricomplejín!
Yo creo todavía en el HONOR (con mayúsculas) y en la necesidad de preservar la dignidad de todo ser humano, pero creo también en el
imperativo vital de actuar enérgicamente cuando las difíciles circunstancias así lo requieren, o cuando "peligrara la justicia y la integridad de la patria" (José Antonio).
Me sucede como al aristocrático Laurence Olivier en "Espartaco", pues pienso que, llegado el momento crítico, debería ser el pueblo soberano y responsable quien delegara voluntariamente en un cónsul honorable y excelente, no dando la oportunidad, así, a que ningún Sila se arrogara el derecho de intervenir ante la desidia de políticos y ciudadanos.
Es claro, pero, que allí donde se prescinde de la figura de un necesario y enérgico cónsul siempre es susceptible de aparecer un dictador.
Y España, queramos reconocerlo o no, necesita un cónsul con urgencia vital, alguien que ponga fin a la perenne partitocracia actual que se prepetúa y alterna en el Poder mientras España se diluye, no sólo económicamente, sino moral y vitalmente, pues es su propia Razón de Ser la que peligra merced a nuestros miserables políticos.
Saludos.