Cine como realidad virtual


Cine y vida, cine y política, cine y filosofía, cine en la realidad y cine en la ficción.

domingo, 15 de abril de 2012

El club de la lucha (una película patológica)


A los pocos minutos de comenzar a ver "El Club de la Lucha" me pregunté, sorprendido por mi propia negligencia, por qué no había visto antes esa película.
Supongo que obvié su visionado porque, tiempo ha, dicha película fue idolatrada y magnificada por la generalidad de los miembros de un foro friki que solía frecuentar. Bastaba tan solo con que los susodichos aprendices de caballeretes Jedi loaran una película para que yo no sintiera el más mínimo deseo de verla. Y no, no eran prejuicios, sino simple constatación científica. Recuerdo, por ejemplo, que cuando los cinéfilos más edulcorados cantaron las excelencias de "Los Puentes de Madison" me dije: -venga va, quizás la peli esté bien, pues al cabo es una obra del gran Eastwood. Pero no, los puentes resultaron ser un truñaco del 20, y más o menos eso, unos 20 minutos, aguanté antes de dejar de verla. Lo mismo me sucedió con algún truño de Woody Allen y algún que otro cagarro de la locaza Almodóvar. No, decididamente los espectadores amantes de lo "empalagoso" no sentían atracción ninguna por la épica, pero sí por el cine más insano y enfermizo.

Por eso, cuando coincidieron por unanimidad en alabar "El Club de la Lucha", pensé que se trataría de otra peli de seres alienados y poscritos, enfermos y rensentidos outsiders antisistema. Y no me equivoqué.
Sin embargo, la película en cuestión tiene su "no sé qué" que la hace atractiva; nos regala un comienzo seductor y prometedor a través de la historia de un extravagante y, cómo no, enfermizo personaje (Edward Norton) que encuentra su "paz espiritual" acudiendo a grupos de terapia de enfermos terminales. En uno de dichos grupos coincide con otra estrafalaria friki (Helena Bonham Carter) que, como él, buscaba redimirse a través del sufrimiento y la desgracia ajena. Dos impostores que necesitaban alimentarse del dolor ajeno para huir de sus ansias de autodestrucción; dos enfermos con tendencias suicidas que buscaban sentir la cercanía de la muerte para, así, mantener a raya las pulsiones del seductor Thanatos.
Y en medio de los dos enfermos imaginarios surge un tercer personaje (Meat Loaf) que sí es un auténtico desahuciado que padece cáncer testicular y al que un tratamiento hormonal le ha provocado un exagerado crecimiento de los pechos.
Hasta aquí podemos disfrutar de una propuesta original, enfermiza y decadente, a veces divertida, pero en absoluto aburrida.
Dicha trama, harto patológica, sufre un giro con la aparición en escena de Tyler (Brad Pitt en una de sus mejores interpretaciones). Pero el componente de abundante insania, lejos de diluirse o desaparecer, se magnifica a través de una espiral de desorbitada y gratuita violencia.
La propuesta que el enérgico Tyler hace al sumiso Norton es rompedora y transgresora: ¿por qué huir pasivamente de la muerte y del sentimiento trágico de vivir, a través del dolor ajeno, cuando podemos afrontar dicha desesperanza con un par de huevos, disfrutando de nuestro propio dolor?
He ahí una clara transgresión al más puro estilo nietzscheano: la acción vs la pasividad, la aceptación del dolor para ser más fuertes en vez de la huida del mismo que nos sume en la debilidad vital.
Norton, el individuo sumiso y debilitado por su angustia existencial, depresivo e insomne, abrazará las tesis "revolucionarias", en tanto que transgresoras y rompedoras, de Tyler; Norton se encontrará de nuevo a sí mismo y se reconocerá en un nuevo yo guerrero, más vital y luchador.
Nacerá, así, "El Club de la Lucha", una organización o asociación clandestina que se convertirá en un lugar de reunión donde cualquier paria sin reconocimiento ni valía social podría llegar a ser auténtico; cualquier individuo podría llegar a ser él mismo liberándose de los constreñidores corsés morales de una sociedad alienante y subyugadora. Un curioso club social donde sus miembros, en vez de degustar té con pastitas, se darían de hostias hasta el hartazgo, hasta redimir todos sus pecados, expulsar sus miedos y frustraciones y alcanzar el nuevo estatus del orgulloso guerrero.
El club de la lucha irá creciendo hasta tener un importante número de miembros, y será entonces cuando Tyler, el omnipresente y venerado líder, seleccionará a los más entregados y dóciles para hacerles participes de un glorioso proyecto común destinado a cambiar el mundo, transformar la sociedad en definitiva.
Es curioso como, llegados a este punto, no pude evitar imaginarme a Tyler como a un Stalin adoctrinador y uniformador, arengando a sus fieles para, dictadura proletaria mediante, transformar el opresor y alienante sistema en una bella utopía socialista.

Entendí, entonces, por qué "El Club de la Lucha", amalgama de insana patología y propuestas revolucionarias, era una película de referencia para muchos frikis progresistas.
Y, sin embargo, pululando por la red y leyendo numerosas críticas, supuestamente doctas, descubrí que la mayoría de ellas tan solo hacían hincapié en el carácter fascista de dicho film. Curioso, pero no errado del todo.
Es cierto que existe un evidente componente nietzscheano y una apología de los valores guerreros; existe un evidente desprecio ante la moralina judeocristiana débil y sumisa, pero no es menos cierto que también se proclama un fin último al que llegar a través de una vía revolucionaria (atentados terroristas) donde los proletarios (los camareros, los conserjes de hotel y cualquier obrero) se erigen en actores del cambio y de la transformación social.
Es decir, el film refleja aspectos fascistas, sí, pero también del comunismo más utópico y revolucionario. ¿Por qué, entonces, todas las críticas coinciden en señalar el carácter fascista del film y obvían el componente, claramente marxista, que subyace en otros muchos aspectos?

Supongo que esto se debe a que el marxismo ha sabido enmascarar su soberbia prepotente ocultándola bajo los disfraces de los "buenos y justos". Muchos todavía desconocen que el fascismo es "hijo legítimo" del marxismo. Y, como bien viera Antonio Escohotado, en la ideología de Marx ya estaba inserto el resentimiento y el odio que legitimarían a Stalin y demás suprematistas del comunismo a perpetrar graves crímenes contra la humanidad, incluso peores que los cometidos por el fascismo.

Atención, spoiler!

Ya comenté a lo largo de mi reflexión que Norton, al encontrarse con Tyler (Brad Pitt), descubre o se reconoce a sí mismo a través de un nuevo yo. De hecho, esto es tan literalmente exacto como que Tyler es, en realidad, un alter ego de Norton, es decir, Tyler es el producto de una disociación de la personalidad (personalidad múltiple) del timorato personaje de Norton.

jueves, 1 de marzo de 2012

Infierno Blanco.


Una gran película que a muchos les resultará aburrida, sobre todo a los amantes de frikadas almodovarianas y patetismos woodylienses.
Y es que "Infierno Blanco" es una reflexión constante sobre la vida y la muerte, sobre el ansia de transcendentalidad del ser humano y la angustia existencial. Una tragedia griega en estado puro, es decir, pura filosofía occidental alejada del misticismo banal y contemplativo del que tanto gustan los gurús de la retroprogresía talantera y pacifista. Muere hasta el apuntador.
El hombre, el ser individual, único e irrepetible, enfrentado a su muerte minuto a minuto en circunstancias hostiles; las reacciones de quienes saben que pueden dejar de existir en cualquier momento; sus pensamientos más íntimos, sus dudas de fe, sus miedos... Una película humana, demasiado humana y desgarradora, que es pura adrenalina para los sentidos. Una película vibrante y repleta de poderosos latigazos emocionales que jamás podrían ser creados por el cutrecejero cine español, ya sea "almodovariano o truebista".
Lo absurdo de la existencia expuesto al desnudo, la vitalidad que muestran algunos para luchar hasta el final, la desidia de otros para preferir dejarse morir. Y siempre la familia como referente vital que insta a sobrevivir: los hijos, la única esperanza real del ser humano para seguir siendo, la única razón verdadera por la que luchar y morir. Todo lo demás, tan solo sombras y ceniza.

viernes, 17 de febrero de 2012

13 asesinos


Hace unos días vi una buena película japonesa: "13 asesinos". Y digo buena, que no genial, porque mientras la veía no podía evitar rememorar el mítico film de "Los siete samuráis" de Kurosawa. Buena película "13 asesinos", sí, pero poco original.
Demasiadas similitudes con la obra de Akira, desde el afán de justicia que reune a un grupo de guerreros para defender al "pueblo" desvalido hasta la heróica y épica batalla final en una aldea reconvertida en fortaleza por los 13 magníficos de turno.
Incluso vuelve a aparecer la figura del personaje díscolo que, como en la original de Kurosawa, se une al grupo selecto de samuráis como un improvisado igual.

Me resulta curioso el cine japonés, desde luego muy diferente al cine occidental respecto al tratamiento psicológico que hace de sus personajes. Siempre tengo la sensación de que los actores japoneses sobreactúan, ora fingiendo burlona locura ora exhibiendo una desmesurada grandilocuencia épica. No son creíbles, o al menos a mí no me lo parecen.
Así, el tontaco que pretende pasar por bufoncillo gracioso tiene el gracejo a la altura de la rabadilla, es decir, en el lugar donde más amargan los pepinos. Y el honorable y épico guerrero parece una suerte de autómata lobotomizado de rígida emocionalidad, incapaz de expresar sentimientos.
Ya sé que el pueblo japonés, en líneas generales, es un pueblo muy reprimido emocionalmente, razón por la cual los personajes más expresivos que pretenden catartizar y romper con la consabida seriedad oriental lo único que consiguen es aparecer ridículos con sus incomprensibles salidas de tiesto y con la manifiesta incapacidad para juzgar empáticamente las circunstancias del momento; lo mismo se descojonan en medio de la batalla que se ponen a dar saltitos y cabriolas mientras el resto del grupo marcha tranquila y pausadamente. El caso es dar la nota.
Eso sí, los personajes épicos saben morir y saben aceptar la muerte como un destino final glorioso porque, si de algo saben los japoneses, es de HONOR, de esa gran palabra desconocida para la generalidad de los occidentales y para la mayoría de los progresistas relativistas y nihilistas.

Advertencia: la película tiene un primer comienzo aburrido y lento, cargada de interminables diálogos que, por otra parte, son necesarios para llegar a conocer el perquè de tot plegat, es decir, para entender por qué un par de honorables samuráis deciden asesinar a su corrupto y depravado señor, un violador sanguinario con ínfulas de perverso psicópata.
Así, poco a poco se diseña el análogo a lo que podríamos considerar una operación Walkiria, pero en el Japón de mediados del S XIX. Un señor, familiar del shogun de turno, deberá ser asesinado, cual si de un malvado Hitler se tratara, por el bien de todos.

martes, 8 de noviembre de 2011

Feliz Navidad Mr Lawrence


Una hermosa película, poética y sugestiva. La he visto en varias ocasiones y su banda sonora, con una música embriagadora y celestial, sigue deleitándome como el primer día.
No pasan los años por este magnífico clásico de Nagisa Oshima que cuenta, además, con una más que aceptable interpretación del siempre seductor y ambiguo David Bowie.
"Feliz Navidad Mr Lawrence" es un extraño canto a la vida que combina magistralmente las escenas más dramáticas y dolorosas hasta convertirlas en puro arte.
Solo la mentalidad japonesa de Oshima podía convertir en poesía la muerte y el dolor. Y es que nadie como el pueblo japonés puede entender el ritual poético del harakiri; pocos pueden entender, como los nipones, que el honor, la nobleza y el arte están intimamente relacionados en una estrecha y mística comunión.
Una banda sonora exquisita, una fotografía excepcional y un guión casi freudiano convierten a esta película en una delicatessen que es necesario paladear lentamente, con suma atención y sin perder detalle.


Pd: aquí podéis escuchar la banda sonora ¿no os resulta familiar?

jueves, 27 de octubre de 2011

"Río Rojo", de Howard Hawks


He vuelto a ver Río Rojo, un peliculón por el que no pasan los años.
¡Qué magníficos y grandes están John Wayne y Montgomery Clift!, sin desmerecer al eterno secundario de lujo Walter Brennan, por supuesto.
¿Y la música? ¡Qué exquisita y genial banda sonora!
El inicio de Río Rojo arranca con fuerza e impacta en el espectador, pues desde el primer segundo seduce, atrae y nos promete una interesante y emotiva historia llena de vida. Y la película cumple, y no defrauda en absoluto a lo largo de todo el metraje, porque Río Rojo es pura filosofía vital y humana, demasiado humana.

ESCENAS MEMORABLES

El erotismo sutil: Tom Dunson (Wayne) decide marcharse de una caravana de colonos para buscar un lugar donde afincarse por su cuenta. Él tiene pensado asentarse en un lugar donde abunde el buen pasto para criar ganado. Así, se despide de su guapa novia, creyendo que ella estará más segura en el seno de la caravana.
La guapa chica intenta convencer a Dunson de que la lleve con él:
-Piensa (le dice a Wayne) que necesitarás lo que una chica puede dar a un hombre, le dice seductora. -El Sol solo brilla la mitad del día, pero la otra mitad es noche... continúa ella picarona.
¿Qué santo varón hubiese podido resistirse a tan sugestiva y erótica proposición? Pues solo el gran John Wayne. ¿Quién si no? El prototipo de hombre capaz de anteponer el imperativo del deber a los mundanos placeres de la carne.

¿Voluntad de poder o reivindicación marxista? Finalmente, Dunson decide instalarse en unas ricas y prometedoras tierras, pero resulta que éstas ya tienen dueño: un terrateniente llamado Diego que domina un extenso y vasto territorio.
Al poco tiempo aparecen los pistoleros de Diego para intentar persuadir a Dunson de que abandone las tierras de su amo:
-¿Qué extensión tienen todas estas tierras?, pregunta Dunson.
- Unas 400 millas, le responde uno de los pistoleros.
- Eso no es decente, añade el compañero de Dunson (Walter Brenan). Además, estas tierras no están siendo explotadas.
Y ante tan peculiares argumentos morales de tintes marxistoides, Dunson decide quedarse.
-¡Pero estas tierras son de Don Diego!, responde contrariado el sicario. Don Diego las adquirió por Real Decreto del rey de todas las Españas.
-Eso quiere decir que él se las arrebató primero a quienes estaban aquí, argumenta Dunson impasible. Tal vez a los indios.
Y así, autolegitimando su derecho de conquista, se bate en duelo con el pistolero y con su victoria legitima su nuevo título de propiedad.

Liberalismo en estado puro: y pasan los años y Dunson, tras muchos sacrificios y luchas, consigue reunir miles de cabezas de ganado, pero con tan mala fortuna que éstas no tienen salida en el mercado de Texas.
Para escapar de la ruina, Dunson decide entonces emprender una larga marcha y arriesgar todo lo que tiene, reuniendo todas sus reses y las de otros vecinos, para venderlas a buen precio en Missouri.
Resulta "curiosa", e impensable en nuestra España castrada por el sindicalismo más irresponsable, el diálogo que mantiene Dunson con un vaquero al que contrata:
-La paga es de 10 dólares al mes, el triple si el precio se revaloriza al llegar al tren, le explica al vaquero, pero si se pierde el ganado usted se queda sin paga.
-¡Lógico!, responde el vaquero aceptando la propuesta.
Y es que, de la misma manera que Dunson (el emprendedor) arriesga y se juega a una carta el éxito o el fracaso de su empresa, así también lo hace el vaquero (asalariado) de tal manera que ambos participan en un proyecto común asumiendo riesgos para repartirse equitativamente beneficios en función de lo aportado por cada uno de ellos.

¿Insinuaciones gay?: mucho se ha escrito sobre la pulsión homosexual que, pudiera ser, se manifestaba entre Montgomery Clift (hijo adoptivo de Dunson) y el vaquero contratado, que resulta ser un afamado pistolero.
El caso es que los dos chavalotes, aficionados a las pistolas, se intercambian sus respectivas armas, en lo que muchos críticos han pretendido ver la metáfora de un intercambio de algo más íntimo y sensual.
-Bonita arma la que lleva usted, ¿me permite verla?.
Tal vez a usted le interese ver la mía, invita el vaquero a Monty.
En cualquier caso, el diálogo entre ambos personajes, mientras se intercambian sus revólveres, resulta sugestivo y, efectivamente, permite jugar con la ambigüedad:
-Solo hay dos cosas más bonitas en este mundo que un arma: un reloj suizo y una mujer, comenta el vaquero. Y añade: ¿ha tenido un reloj suizo?
Jajajaja, ¡genial! Resulta difícil adivinar si el picarón vaquero da por hecho que Monty ya ha estado con mujeres o si, por el contrario, un reloj suizo sería, al acabo, más atractivo que una mujer.
Y aquí lo dejo, que ya me alargué demasiado.

A lo largo del viaje, y como consecuencia de las adversidades, el carácter de Dunson se irá agriando hasta convertirle en un tirano despótico sin consideración alguna por sus hombres (trabajadores al cabo). Su propio hijo adoptivo, solidarizándose con el dolor de sus compañeros, se enfrentará al padre. Muchos críticos, desde luego, han hecho una lectura freudiana del conflicto padre-hijo que plantea "Río Rojo", aunque yo no he podido evitar hacer una lectura más "roja", si cabe, que el propio río. De hecho, el joven Montgomery acabará erigiéndose en una suerte de "líder sindical" para defender a sus compañeros. Y es que el padre, también patrón, acabará convirtiéndose en un fiel reflejo de ese patriarcado tan rígido y despótico que tanto critica el feminismo actual.
Podríamos decir, por tanto, que en "Río Rojo" subyace no solo un planteamiento de índole freudiana, sino también un conflicto o lucha entre clases de tintes claramente marxistas.

Pd: el genial comienzo de Río Rojo

jueves, 24 de marzo de 2011

Elisabeth Taylor



Se marchó, pero dejó un fuerte eco en la eternidad.
¡Qué guapa era y qué grande fue!
¡Descanse en paz!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Forrest Gump y la tontería perdida.


Ayer volví a ver "Forrest Gump", una película GENIAL (en mayúsculas) y deliciosamente "simple".
Siempre que veo Forrest Gump me doy cuenta de lo simples, en realidad, que somos los seres humanos, es decir, lo simples que son las cosas verdaderamente importantes. Y cuando me refiero a las cosas "simples" me refiero a las que son sencillas, familiares, cotidianas, sanas y vitales en definitiva.
Yo asocio mi descubrimiento de la grandeza de "Forrest Gump" con la pérdida de mi condición de tontaco. Sí, yo fui uno de tantos tontacos que en el año 1994 se escandalizó porque "Pulp Fiction", la obra cumbre de Tarantino, no se llevase el Óscar a la mejor película. Es más, yo despotriqué contra el sentimentalismo ñoño de la sociedad americana, contra aquellos yanquis patrioteros capaces de convertir en héroe y ejemplo de virtudes a un individuo harto "simple".
Sin embargo, "Pulp Fiction", obra transgresora e irredenta en su día, sólo la he visto un par de veces, la segunda vez a trozos y seleccionando determinadas escenas. La verdad es que una vez saboreado el momento de lo novedoso e inesperado, y tras el asombro provocado por la osada transgresión creativa, de "Pulp Fiction" sólo me queda el grato recuerdo de una pretérita juventud díscola y rebelde, ya lejana.
Al madurar aprendemos a reconocer y valorar la "poesía que promete" y nos alejamos de aquélla que destruye de forma insana y enfermiza. De hecho, Pulp Fiction es un canto decadente a lo sórdido e inmoral; arte que ensalza las miserias humanas, sus debilidades y podredumbres, mientras que Forrest Gump es un canto a la vida y a la alegría de vivir. Es, en definitiva, promesa de esperanza y reivindicación de los "más mejores amigos".
Hasta un simple como Gump tuvo a su más mejor amigo en la figura entrañable de Bubba, el pescador de gambas. Gump también pudo palpar el pecho de su amiga Jenny y experimentar un inesperado orgasmo entre convulsiones y sensaciones desconocidas hasta entonces para él (la eyaculación más precoz de la historia del cine).
¿Y qué decir del teniente Dan, de ese ser que deseó la muerte heróica en el campo del honor y que descubrió una nueva vida, y el amor, gracias a la 2ª oportunidad que le ofreció Gump salvándole en Vietnam?
La película es una maravillosa sucesión de escenas inteligentes, sí, pero no debemos olvidar que es pura ficción que puede llevarnos, a través de la hábil manipulación de nuestras emociones, a sutiles engaños y erradas condescendencias.
Por ejemplo, el perfil de Gump no es el propio de un individuo con CI de 75, como se señala en la película, sino más bien el de alguien mucho más limitado.
En realidad, la mayoría de individuos con un CI entre 75 y 80 podrían pasar perfectamente por "normales" (entrecomillado) sin mostrar de forma tan evidente las claras deficiencias de Gump.
Hay una trampa evidente en el film, y que intenta justificarse en la escena en que la madre se entrevista con el director de la escuela para evitar que su hijo sea escolarizado en un centro especial: la diferencia poco significativa entre un CI de 75 y la media normativizada. Pero es que Gump, a lo largo de toda la película, muestra claramente mayores deficiencias que las que cabría esperar en un individuo con CI de 75. Así, nos intentan "colar" como algo normal que Gump sea padre (terrible irresponsabilidad inconsciente) e intentan "colarnos" que un individuo con tales limitaciones pueda empuñar un arma y servir en el ejército. ¿Eing?
En fin, la crítica considera a "Forrest Gump" como una película dramático-cómica, pero yo me atrevería a calificarla, más mejor, como una peli de ciencia ficción cuya fantasiosa irrealidad nos ayuda a comprender mejor qué valores son importantes en la vida.
Bienvenida sea "Forrest Gump", al menos, si es capaz de salvar a algunos de las garras de la tontería y de la condición de tontaco.


Pd: banda sonora a cargo de Guns and Roses y su precioso tema "One in a million"
Y una pregunta: ¿habría tenido éxito la película Forrest Gump sin el crack del teniente Dan?

lunes, 21 de marzo de 2011

Los ojos de Julia


Me sorprendió gratamente esta película, de verdad. Una película que no parecía "española", y con eso lo digo todo, o casi todo. Ni atisbo por parte alguna de nuestra Guerra Civil y, aunque parezca increíble, el maloso psicópata ¡no era falangista!
No he visto "Pa negre", así que no puedo opinar sobre la calidad de la película ganadora de la última edición de los Goya. Huele, sin embargo, a que, una vez más, el tema de "Pa negre" sea el tan manido y recurrente de la GC. ¿Cansino, no?
Sí puedo escribir, no obstante, que "Los ojos de Julia" le da cien vueltas a la pretenciosa y fallida "balada trompetera" de Álex de la Iglesia. ¡Y eso que la cinta de Guillermo del Toro no estuvo nominada a la mejor película! ¿por qué?
Algo huele a podrido en el cine español. Una de las mejores películas desde "Celda 211" se fue de vacío de la "gala" de los Goyas. ¡Increíble!

Belén Rueda está que se sale. Un pedazo de actriz que no pierde la elegancia ni su bello porte aristocrático en ninguna escena, por escabrosa o tenebrosa que ésta sea. Y en "los ojos de Julia" se sucedieron brillantes escenas propias de los cines de terror y suspense de los de toda la vida. Y no por ello resultó un aburrido "déjà vu". Au contraire!, la película tiene un par de buenos giros impredecibles y sorprendentes.
También Lluís Homar me gusta cada vez más, perfecto tribuno maloso en "Hispania" y genial cómico homosexual en "Pájaros de papel" (otro truño guerracivilista para variar), que en "Los ojos de Julia" está a la altura de la enorme Belén Rueda.

"Los ojos de Julia" aprovecha muy bien el drama de una mujer, que padece una ceguera progresiva y degenerativa, y que decide resolver la misteriosa muerte de su hermana.
El psicópata de la peli vuelve a ser de libro, y nos vuelve a recordar al ínclito Norman Bates, al menos en lo que concierne a la enfermiza relación psicótico-madre y a los insanos lazos de mutua dependencia que caracterizan dicha relación: madre controladora y castradora e hijo inseguro y acomplejado.
La teoría del individuo invisible, del ser gris y mediocre en el que nadie se fija, está muy bien tratada y mejor resuelta en un autoinmolador final. Tan sólo el viejo encargado del mantenimiento del hotel, otro individuo invisible a los ojos de los demás, sabe quién es el personaje siniestro que para poder ser necesita no ser visto.
Película, en verdad, muy recomendable.


PD: banda sonora a cargo de Ilegales, "Ella saltó por la ventana"
Pinchad en la foto de cabecera y gozad de la belleza serena y radiante de Belén Rueda.