Cine como realidad virtual


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viernes, 17 de febrero de 2012

13 asesinos


Hace unos días vi una buena película japonesa: "13 asesinos". Y digo buena, que no genial, porque mientras la veía no podía evitar rememorar el mítico film de "Los siete samuráis" de Kurosawa. Buena película "13 asesinos", sí, pero poco original.
Demasiadas similitudes con la obra de Akira, desde el afán de justicia que reune a un grupo de guerreros para defender al "pueblo" desvalido hasta la heróica y épica batalla final en una aldea reconvertida en fortaleza por los 13 magníficos de turno.
Incluso vuelve a aparecer la figura del personaje díscolo que, como en la original de Kurosawa, se une al grupo selecto de samuráis como un improvisado igual.

Me resulta curioso el cine japonés, desde luego muy diferente al cine occidental respecto al tratamiento psicológico que hace de sus personajes. Siempre tengo la sensación de que los actores japoneses sobreactúan, ora fingiendo burlona locura ora exhibiendo una desmesurada grandilocuencia épica. No son creíbles, o al menos a mí no me lo parecen.
Así, el tontaco que pretende pasar por bufoncillo gracioso tiene el gracejo a la altura de la rabadilla, es decir, en el lugar donde más amargan los pepinos. Y el honorable y épico guerrero parece una suerte de autómata lobotomizado de rígida emocionalidad, incapaz de expresar sentimientos.
Ya sé que el pueblo japonés, en líneas generales, es un pueblo muy reprimido emocionalmente, razón por la cual los personajes más expresivos que pretenden catartizar y romper con la consabida seriedad oriental lo único que consiguen es aparecer ridículos con sus incomprensibles salidas de tiesto y con la manifiesta incapacidad para juzgar empáticamente las circunstancias del momento; lo mismo se descojonan en medio de la batalla que se ponen a dar saltitos y cabriolas mientras el resto del grupo marcha tranquila y pausadamente. El caso es dar la nota.
Eso sí, los personajes épicos saben morir y saben aceptar la muerte como un destino final glorioso porque, si de algo saben los japoneses, es de HONOR, de esa gran palabra desconocida para la generalidad de los occidentales y para la mayoría de los progresistas relativistas y nihilistas.

Advertencia: la película tiene un primer comienzo aburrido y lento, cargada de interminables diálogos que, por otra parte, son necesarios para llegar a conocer el perquè de tot plegat, es decir, para entender por qué un par de honorables samuráis deciden asesinar a su corrupto y depravado señor, un violador sanguinario con ínfulas de perverso psicópata.
Así, poco a poco se diseña el análogo a lo que podríamos considerar una operación Walkiria, pero en el Japón de mediados del S XIX. Un señor, familiar del shogun de turno, deberá ser asesinado, cual si de un malvado Hitler se tratara, por el bien de todos.