Cine como realidad virtual


Cine y vida, cine y política, cine y filosofía, cine en la realidad y cine en la ficción.

domingo, 7 de junio de 2009

La clase (Entre les murs)


Al disponerme a ver "la clase", un film francés que obtuvo la Palma de Oro de Cannes el año pasado, no sabía que iba a visionar una película aterradora y escalofriante, dura y fiel reflejo de nuestras decadentes sociedades; una película desesperanzadora, en definitiva.
¿Qué sensación me quedó tras ver dicha película?
Una sensación de amarga derrota e impotencia que pronto despertó sentimientos de frustración y obligada resignación.
Entre las paredes de una clase, de un instituto francés, se nos revela un conflictivo microcosmos formado por jóvenes adolescentes (entre 14 y 15 años) . Un pequeño universo que bien pudiera ser el perfecto reflejo de la actual sociedad francesa, es decir, de una sociedad en crisis de valores y en evidente decadencia.
Era imposible evitar ver, en todas y cada una de las causas de conflicto que mostraba el film, la dolorosa realidad actual en las aulas de las Españas.

A través de la dinámica de una clase de alumnos franceses, procedentes de barrios marginales y de diferentes orígenes y nacionalidades, se sucede una continua lucha entre un profesor y sus jóvenes pupilos, insolentes y desarraigados.
El buen profe, de talante claramente progreta, insistirá en el debate dialéctico constante y cansino frente a un grupo desmotivado de jóvenes irrespetuosos, pero soberbios y tan osados como ignorantes.
Al principio del film el bienintencionado profe confía en sus dotes retóricas y en el carácter democrático de su pedagogía, viéndose obligado, incluso, a señalar a sus alumnos que "sólo les pide que eviten el tuteo y que muestren un poco de respeto, que en absoluto es su intención que se sientan sometidos a imposiciones"
No pude, entonces, evitar acordarme de la desafortunada frase de nuestro actual ministro Sebastián, cuando siendo aspirante a la alcaldía de Madrid prometió que de ganar él las elecciones "los alumnos no tendrían que arrodillarse ante ningún profesor"

De aquellos polvos, y tantos y tantos charcos de inconsciencia retroprogre, vienen los actuales lodos de podredumbre en el mundo de la enseñanza, no ya sólo en Francia o en España, sino en la generalidad del sitiado y rendido Occidente.
Un chico marroquí de "La clase" se permite criticar a los "gabachitos", a esos blancos que le miran por encima del hombro por ser "moro" y que osan, ¡oh, terrible atrevimiento!, poner "bacon" como aperitivo en una fiesta.
Souleymane, el chulito adorador del Islam, exhibe con orgullo un tatuaje con una cita del Corán al tiempo que se niega a integrarse, boicot mediante, en la dinámica participativa que propone el iluso profesor.
Esmeralda, otra chica de origen africano, se queja junto a algunas compañeras de que el profesor siempre escriba nombres franceses en la pizarra para ilustrar con ejemplos sus clases de lengua. ¿Por qué no utiliza nombres marroquíes, senegaleses, argelinos, etc...?

¡Viva la IGUALDAD!

Y sin embargo, y he ahí lo más triste, duro y paradójico, que muestra la película, es que NINGUNO de esos chicos se siente francés.
Sí, reivindican sus nombres, el respeto a sus tradiciones, el reconocimiento de sus orígenes mediante la música y tatuajes, pero reniegan de la sociedad que "pelea" por convertirles en hombres de provecho para el futuro; ellos siguen a sus futbolistas, los argelinos a Zidane, los de Mali a una estrella africana que juega en el Chelsea y, por supuesto, siguen con interés la copa africana.
De hecho, se ceban con crudeza contra un joven de las Antillas francesas, de origen foráneo como muchos de ellos, que sí dice sentirse francés.

La película es una JOYA DOCUMENTAL que muestra la VERDAD desnuda de lo que ocurre en nuestras sociedades; lo que acontece en nuestros colegios mientras los "buenos" retroprogres se obstinan en no querer ver lo evidente.
Así, resulta igualmente triste la llamada de auxilio de la madre de uno de los chicos más brillantes del aula, quejándose de que no se promocionase a los mejores, de que fuese imposible progresar en medio de tanto "descontrol", y suspirando por poder matricular a su hijo en otro instituto de mayor nivel y calidad.
Llega un momento, sin embargo, en que el profesor, tras largos debates infructuosos y constantes escaramuzas verbales, pierde la paciencia y llama "golfas" a dos de sus alumnas más cansinas y boicoteadoras, las cuales no dudan en denunciarle a la "jefa de estudios" para que sea sancionado.
De nada sirve que el profe les explique que el término de "golfa" hacía alusión a sus actitudes insolentes, despreocupadas e irresponsables, pues ellas insisten en que les llamó "prostitutas".
¡Te jodes, pensé, por tibio y blandengue!
Luego, pero, me di cuenta de que era a mí a quien estaban jodiendo, a mis hijos, a nuestros hijos, a TODOS nosotros, a nuestra enferma y débil civilización Occidental.
¿Qué será de Occidente dentro de unas cuantas generaciones más?

Saludos.

martes, 2 de junio de 2009

Música bipolar.


Conocí a un tipo raro en la universidad. Bueno, en realidad conocí a unos cuantos, pero éste al que me refiero me dejó sorprendido por la sencillez con que supo explicar sus gustos metaleros.
Después de que yo le largara un "tocho" pseudofilosófico sobre el porqué de mi deleite por la música atronadora, él me contestó tan pancho:

- A mí me gusta el metal porque sufro trastorno bipolar.
- ¿Y eso qué tiene que ver, le inquerí sorprendido?
-"Mu fácil", me contestó, cuando estoy en fase depre tiro de baladas sublimes y embriagadoras:

Close my eyes forever

-Cuando estoy eufórico e hiperactivo, prosiguió, me enchufo adrenalina directamente en las venas:

Painkiller

Decía el díscolo Sánchez Dragó que "todo, todo está en los libros" (bonito programa) y yo me atrevería a decir que todo está en el buen metal.